Dr. Alex Pavié, actual Director del Dpto. de Humanidades y Arte de la Universidad de Los Lagos ha sido invitado en calidad de profesor visitante del programa de Doctorado en Educación de la Universidad de Tarapacá. En su estancia en dicha casa de Estudios Superiores durante la semana del 9 al 13 de junio del año en curso, el académico abordó tanto en Seminarios como en conversatorios con los estudiantes del Programa de Doctorado, ámbitos de la Evaluación para la Justicia Social asociados a la educación y a las políticas públicas vinculadas a la Formación Inicial Docente (FID). En este escenario, el Dr. Pavié destaca que en el proceso de diseño e implementación pueden tanto perpetuar desigualdades como ser una herramienta poderosa para promover la equidad y la inclusión. Específicamente, profundiza el académico, las principales implicancias de la evaluación para la justicia social se establecen por una serie de principios y mecanismos.
Primero, la Identificación y visibilización de desigualdades. Puntualmente tiene que ver con la detección de disparidades, en donde una evaluación con enfoque de justicia social busca activamente identificar dónde existen brechas y desigualdades en los resultados o en el acceso a recursos y oportunidades, especialmente entre grupos históricamente desfavorecidos (por ejemplo, por raza, etnia, género, estatus socioeconómico, discapacidad). Junto con lo anterior, este proceso es acompañado por la desagregación de los datos, acción que resulta fundamental en cuanto a recopilar y analizar datos desagregados por diferentes variables (género, etnia, ingresos, etc.) para visibilizar las experiencias específicas de cada grupo y evitar generalizaciones que oculten las inequidades.
En segundo lugar, se destaca el empoderamiento y participación de las comunidades. Aquí resulta necesaria la evaluación participativa, lo que implica involucrar a las comunidades afectadas en todas las etapas del proceso de evaluación (desde el diseño hasta la interpretación de resultados) es fundamental. Esto no sólo mejora la calidad y relevancia de la evaluación, sino que también empodera a las personas para que sean agentes de su propio cambio. Además de lo anterior, la generación de conocimiento desde la base que permite que las voces de quienes están directamente impactados sean escuchadas y consideradas, desafiando las narrativas dominantes y construyendo un conocimiento más inclusivo y contextualizado.
Lo que se expresa anteriormente nos lleva a desafiar además a las prácticas tradicionales de evaluación. Dicho desafío parte por reconocer una postura crítica hacia la estandarización, en donde las evaluaciones con enfoque de justicia social cuestionan la validez de los enfoques estandarizados que no consideran las diversas realidades culturales, lingüísticas y socioeconómicas de las poblaciones. También, resulta necesario reforzar la necesidad de enfocarse en procesos y no solo resultados, ya que si bien los resultados son importantes, también se pone énfasis en evaluar cómo se implementan los programas, si los procesos son justos y si se están construyendo relaciones equitativas entre los actores. De esto también se desprende la necesidad de reconocer las múltiples formas de conocimiento, acción que valora los conocimientos locales, experienciales y culturales, más allá de los datos cuantitativos tradicionales, para ofrecer una visión más completa de la realidad social.
En síntesis, el Dr. Pavié indica que la evaluación es una herramienta con un gran potencial para promover la justicia social en el ámbito de la Formación Inicial Docente (FID). Sin embargo, para que cumpla este rol, debe ser intencionada y estar comprometida con principios de equidad, participación y reconocimiento de la diversidad. De lo contrario, puede convertirse en un instrumento que, sin querer, refuerce las estructuras de poder y las desigualdades existentes y reproduzca la tan reconocida paradoja de la evaluación.